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Existen frustraciones que arrastras a lo largo de los años como una condena inmerecida y ridícula, impuesta por aquellos que siendo subhumanos se sitúan por encima de la sociedad para regirla en todos sus aspectos (político, social, cultural, económico, etc). No quiero entretenerme más definiendo a los subhumanos ya que todos aquellos que tengáis un mínimo de sensibilidad social sabéis quienes son y cómo actúan.
Pues bien, yo venía presentándome al “Concurso de Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha” prácticamente desde que tuve mi primera grabación acabada hace ya casi diez años. Me presenté con grupos de todo tipo y siempre de una mínima calidad reconocida pero mis expectativas siempre acababan agriándose y posándose como esa suerte de frustración de la que os acabo de hablar…año tras año.
Una mañana de abril me llamó Rufo, el portador de las buenas y las malas noticias, y me preguntó -“¿sabes si alguna vez se ha clasificado para la final de Jóvenes Artistas un grupo de death metal?”- y yo le respondí -“ni de coña, eso sería un milagro”- No podía creer sus palabras cuando afirmó solemnemente -“pues ya conoces uno”.
Comenzamos a trabajar en la final rápidamente ya que Fernando no podía tocar debido a que no presentó su solicitud de participación a tiempo y teníamos que adaptarnos a las nuevas tecnologías para suplir esa merma.
Sin apenas darnos cuenta llega el día de la final y decidimos cenar juntos ya que yo vivo justo al lado de donde se celebra el evento: el hermoso parque de Recaredo en Toledo. Todo fluye en armonía porque estamos tranquilos y estamos tranquilos porque llegar hasta allí ya es satisfactorio.
Subimos al escenario y nos enfrentamos a unas mil quinientas personas. Le doy al tabulador del ordenador y comienza a sonar la introducción…la claqueta empieza a resonar en mis oídos y tras cuatro compases tengo que arrancar, como no, con “Pedazos”.
Todo sale según lo planeado (y lo cierto es que rara vez tres temas han ido tan preparados) así que, dado que somos el último de los cinco grupos en participar, nos disponemos a escuchar el veredicto del jurado.
El primer nombre en sonar es el nuestro, lo que significa que nos otorgan el tercer premio. Sabor agridulce como el de la planta que da nombre a nuestra formación.
Sin darle tregua a la noche nos juntamos con Leo, Carlos Expósito y otros amigos que han venido a vernos y nos disponemos a hacer lo que mejor se nos da: disfrutar de que somos músicos y jóvenes en una ciudad como Toledo.
Pues bien, yo venía presentándome al “Concurso de Jóvenes Artistas de Castilla-La Mancha” prácticamente desde que tuve mi primera grabación acabada hace ya casi diez años. Me presenté con grupos de todo tipo y siempre de una mínima calidad reconocida pero mis expectativas siempre acababan agriándose y posándose como esa suerte de frustración de la que os acabo de hablar…año tras año.
Una mañana de abril me llamó Rufo, el portador de las buenas y las malas noticias, y me preguntó -“¿sabes si alguna vez se ha clasificado para la final de Jóvenes Artistas un grupo de death metal?”- y yo le respondí -“ni de coña, eso sería un milagro”- No podía creer sus palabras cuando afirmó solemnemente -“pues ya conoces uno”.
Comenzamos a trabajar en la final rápidamente ya que Fernando no podía tocar debido a que no presentó su solicitud de participación a tiempo y teníamos que adaptarnos a las nuevas tecnologías para suplir esa merma.
Sin apenas darnos cuenta llega el día de la final y decidimos cenar juntos ya que yo vivo justo al lado de donde se celebra el evento: el hermoso parque de Recaredo en Toledo. Todo fluye en armonía porque estamos tranquilos y estamos tranquilos porque llegar hasta allí ya es satisfactorio.
Subimos al escenario y nos enfrentamos a unas mil quinientas personas. Le doy al tabulador del ordenador y comienza a sonar la introducción…la claqueta empieza a resonar en mis oídos y tras cuatro compases tengo que arrancar, como no, con “Pedazos”.
Todo sale según lo planeado (y lo cierto es que rara vez tres temas han ido tan preparados) así que, dado que somos el último de los cinco grupos en participar, nos disponemos a escuchar el veredicto del jurado.
El primer nombre en sonar es el nuestro, lo que significa que nos otorgan el tercer premio. Sabor agridulce como el de la planta que da nombre a nuestra formación.
Sin darle tregua a la noche nos juntamos con Leo, Carlos Expósito y otros amigos que han venido a vernos y nos disponemos a hacer lo que mejor se nos da: disfrutar de que somos músicos y jóvenes en una ciudad como Toledo.
