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Por fin jugamos en casa. Conduzco desde Ciudad Real con un único deseo: que la expectación que esperamos tenga algo de real.
Puntual como casi siempre me presento en la carpa de la Peraleda, estoy nervioso, tengo un esguince en el tobillo izquierdo y molestias en el derecho que no he tenido tiempo de averiguar como se llaman.
Estoy con Fernando, mi compañero de parranda, el Emperador. Pronto llegarán César y Ricardo, finalmente Sergio. Esperamos sin prisas a que pruebe Saratoga, en esta ocasión por fin tenemos camerinos con refrescos y comida. Sólo una inquietud, Rufo no llega y no sabemos por que. Dentro de su capacidad ilimitada de actuar ante la vida Rufo hoy, precisamente hoy, ha decidido hacer el mal.
Mientras estamos probando abren puertas y tenemos que cortar rápidamente. Cuando eres telonero no eres nadie o casi nadie.
Pasan los minutos y Rufo no aparece. Recomponemos el repertorio excluyendo las canciones donde él tiene más protagonismo y añadimos otras. Estamos literalmente listos para subir cuando llama para que lo recojamos. En 15 minutos está con nosotros decidido a tocar.
Los nervios pasan factura y mi baqueta izquierda vuela por los aires antes incluso de que entre la voz. Por suerte poco a poco la situación se normaliza y el concierto acaba siendo un éxito.
Hay buenas ventas en el “merchan” y parece que por el momento podemos seguir mirando hacia delante.
Puntual como casi siempre me presento en la carpa de la Peraleda, estoy nervioso, tengo un esguince en el tobillo izquierdo y molestias en el derecho que no he tenido tiempo de averiguar como se llaman.
Estoy con Fernando, mi compañero de parranda, el Emperador. Pronto llegarán César y Ricardo, finalmente Sergio. Esperamos sin prisas a que pruebe Saratoga, en esta ocasión por fin tenemos camerinos con refrescos y comida. Sólo una inquietud, Rufo no llega y no sabemos por que. Dentro de su capacidad ilimitada de actuar ante la vida Rufo hoy, precisamente hoy, ha decidido hacer el mal.
Mientras estamos probando abren puertas y tenemos que cortar rápidamente. Cuando eres telonero no eres nadie o casi nadie.
Pasan los minutos y Rufo no aparece. Recomponemos el repertorio excluyendo las canciones donde él tiene más protagonismo y añadimos otras. Estamos literalmente listos para subir cuando llama para que lo recojamos. En 15 minutos está con nosotros decidido a tocar.
Los nervios pasan factura y mi baqueta izquierda vuela por los aires antes incluso de que entre la voz. Por suerte poco a poco la situación se normaliza y el concierto acaba siendo un éxito.
Hay buenas ventas en el “merchan” y parece que por el momento podemos seguir mirando hacia delante.
